sábado, 13 de julio de 2013

ALUMNO, ESCUELA Y FAMILIA

La escuela se está convirtiendo, sin desearlo, en una especie de campamento o parque temático de la transmisión de unos valores, cuyo brillo social es inversamente proporcional a la distancia que nos aleja del recinto escolar. Con la distancia, los valores que se enseñan en la escuela palidecen. 

La escuela exige disciplina y autocontrol, esfuerzo, espíritu de sacrificio y trabajo, un conjunto de capacidades que remiten a valores que están totalmente devaluados en el contexto cultural actual. Los profesores tienen miedo de que el aislamiento y la soledad en la que vive la escuela terminen por deslegitimar la propia cultura escolar y los valores que pretende difundir. 

Es desalentador verse transmitiendo una formación que contradice abiertamente o indirectamente los valores que los estudiantes perciben que operan eficazmente fuera del colegio. Se trata de un proceso con una capacidad tremenda de erosionar la legitimidad de las instituciones y la figura del docente. 

La expresión "soledad de la escuela" empieza a escucharse como una interpretación gráfica de la quiebra del consenso que históricamente se ha venido dando entre instituciones socializadoras básicas: familia, escuela, iglesias, medios de comunicación y grupos de iguales. Cuando los niños y los jóvenes están en la escuela, se encuentran en una burbuja y cuando salen, están viviendo otra cosa. Es frecuente encontrar a jóvenes agrediéndose cerca del colegio y cuando se les llama la atención responden responden que están "fuera del colegio". Ello es una muestra clara del distanciamiento que hay entre lo que enseña la escuela con la realidad exterior. El desencuentro es evidente en una sociedad que concibe la escuela como la última esperanza, pero la sitúa como una "institución periférica". Cada día de forma más clara, los profesores percibimos esa soledad en la tarea educativa, soledad que se vuelve más desconcertante cuando hablamos de la relación de los padres con sus hijos y con el colegio. 

A pesar de todo ello, lo que más nos preocupa a los profesores es la apatía de gran número de padres, la falta de su reconocimiento de la competencia y la autoridad del profesorado. 

Otra de las dificultades en la relación familia-profesorado es la excesiva permisividad y el marcado proteccionismo que tienen las familias en la educación de sus hijos. Las familias no viven el día a día escolar de sus hijos. En algunos casos porque no están mucho tiempo con ellos y, cuando lo están, porque en esa edad de rebeldía y de enfrentarse a la exigencia, muchos padres no aguantan la tensión y la relegan al colegio. 

¡Qué sola se queda la escuela!
Adolfo Martínez Sánchez 

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